Nunca confié especialmente en Aprilia. No sé si porque la ineficacia de sus responsables arrastró al triste cierre de nuestra querida y añorada Derbi, por la pésima gestión que los encargados de la comunicación del Grupo Piaggio siempre han hecho en España, o simple y llanamente porque sus motos históricamente me han parecido tan bonitas como poco fiables mecánicamente.
La marca de Noale triunfó en el pasado en las cilindradas medianas del campeonato mundial. Pero en la categoría reina, donde debutaron en su tercera época en esta división en 2015 de la mano del equipo de Fausto Gresini, sólo consiguieron despuntar mínimamente a partir de la victoria de Aleix Espargaró en el GP de Argentina de 2022. Desde entonces, poco más: otras dos del de Granollers en 2023 -Catalunya y Silverstone-, y la de Maverick Viñales en Austin en 2024, más otras tres al sprint (dos para Aleix y una para el de Roses).
Sin embargo, los últimos podios de Marco Bezzecchi han iluminado tenuemente la oscuridad que transmite un equipo pequeño, con unos medios y presupuesto bastante por debajo de los de sus competidores.
La llegada de Massimo Rívola a la dirección de Aprilia Racing o la incorporación de Antonio Bosselli para llevar la comunicación, han sido las mejores aportaciones de talento a un grupo humano que, no obstante, no ha podido remplazar la partida de Romano Albesiano para llevar la dirección técnica de Honda desde esta temporada.
Pero, con todo, Aprilia no merece vivir la situación que está lidiando tras el conato de ghosting de Jorge Martín. Versiones del sainete las hay por parte de cada bando. Y personalmente me alineó con los que afirman que el de San Sebastián de los Reyes no quiere seguir con esa moto no por cuestiones económicas, sino por falta de confianza en su montura. Sin embargo, tengo mis dudas sobre la naturaleza real de la voluntad de tal cambio por quienes manejan la trayectoria profesional del -no lo olviden, por favor- Campeón del Mundo de MotoGP 2024.
Hay quien sostiene que las aguas vuelven a su cauce… Pero no olvidemos qué, si esto es así, ha sido por la contundente, razonable e impecable amenaza por parte de quien se ha partido el alma para elevar al nivel actual de profesionalidad de este deporte: Carmelo Ezpeleta.
Puede que en el matrimonio Aprilia-Martín vuelva a haber sexo. Tal vez. Pero estoy convencido que, si continua, no volverá aflorar jamás la llama del amor.
Que Alberto Puig haya querido mantener a HRC al margen de las especulaciones del entorno del piloto español es la confirmación de que ni los cazarrecompensas más voraces, ni los francotiradores más certeros pueden derribar con sus tiros manipuladores el establishment del mundial de motociclismo, por muy bien escondidos que estén en las montañas.

Martín no merecía ni la mala suerte que ha tenido, ni la mala imagen que sobre él se ha creado a partir de las espurias y torticeras filtraciones que ha habido sobre la supuesta “cláusula” de rescisión sobre la que pivota el embrollo de la continuidad de Jorge en el equipo por el que fichó, humillado y despechado por Ducati.
Jorge ha sufrido mucho estos meses, y probablemente lo seguirá haciendo por múltiples razones. No tiene confianza suficiente en el manejo de una moto que casi ni conoce; el ruido mediático a su alrededor debe dificultar enormemente la concentración en lo que realmente importa; y la velocidad de crucero a la que ya rueda la temporada, comandada por su locomotora más salvaje -Marc Márquez-, hace que el intento de subirse al convoy en marcha asiéndose al pescante del último vagón no esté exento de riesgos.
Ojalá que la suerte acompañe a Martín. El no merecía tanto infortunio. Ni Aprilia -que en toda esta movida ha tenido un comportamiento impecable y señorial- hizo nada malo para sufrir tanto ataque corsario. Si acaso, su pecado venial fue construir una moto mala. O no tan buena como se esperaba.
Aprilia Jorge Martín Marco Bezzecchi