Con la llegada a Balatonring, un escenario nuevo para todos (pese a los test que se hicieron con motos “de calle” en esta pista hace unas semanas) y con las únicas referencias del reciente paso del WSBK por este lugar -que dejaron algunas dudas sobre su estrechez y situación de los muros en algunos puntos-, el mundial de motociclismo desembarca en lo que podría ser una oportunidad para algunos.
En Austria nos gustó ver por allí a leyendas como Dani Pedrosa, Casey Stoner o incluso a Valentino Rossi, tres pilotos extraordinarios, tres talentos que nadie puede cuestionar, tres perfiles humanos muy distintos, y tres maneras diferentes de enfocar sus vidas después de haber decidido colgar el casco. Bueno, en el caso del catalán todavía confío que en KTM le puedan convencer para que nos obsequie con una nueva exhibición de su conducción exquisita, aunque sea como “wild card” en algún GP.
La carrera de Hungría, insisto: un viaje a lo desconocido en ese país donde manda el homófobo Víktor Orbán, es una ocasión para que quienes alimentan el sueño de ganar a Marc Márquez esta temporada, lo puedan materializar. Y si no lo logran, por favor: calladitos hasta después del GP de Valencia. Y cuando este haya pasado, que se pongan en pie y tengan el honor y la hombría de premiar con un sincero aplauso la temporada que habrá hecho el de Cervera, por primera vez “de rojo”.
Es lícito que Fermín Aldeguer piense que ya está preparado para ganarle algún día; por supuesto. Y esa ambición le honra y le hace grande. Pero hoy, de momento, la realidad es la que es. Y ahora mismo “Fermín, el del banderín” como le llamaría mi apreciado Kiko Narváez, está cerca, pero no aun lo suficiente. Lo que no quita que pueda hacerlo mañana mismo.
Aplaudo la ambición de otro murciano que ha decidido ir “a por ellos”, claro que sí. Y la celebro porque la expresa de cara, sin ir por detrás como hicieron otros.

Han pasado ya diez años de la famosa “patada” en el GP de Malasia, y para Valentino Rossi, la herida que se abrió en Sepang parece seguir supurando, más cuanto más cerca está el momento que Marc iguale la marca de sus nueve títulos mundiales, algo que provoca un resquemor en el de Tavullia rozando lo patológico.
Me gustó ver al Doctor no sólo saludando, sino incluso abrazando a otro de sus enemigos ancestralesa: Stoner. Tanto, como me apenó ver como eludía cruzar su mirada con la de Márquez en el pit-lane de Spielberg.
Mi padre me contó la historia del encuentro entre Jacinto Benavente y uno de sus críticos más feroces. Coincidieron el periodista y el dramaturgo -de reconocida homosexualidad- en una estrecha acera de Madrid cuando el plumilla le espetó: “yo no cedo el paso a ningún maricón”, a lo que el premio Nobel de literatura respondió: “pues yo sí”, bajándose de la acera y saludándole sombrero en mano.
Si Rossi no tiene tiempo para saludar a Marc, porque está enfrascado dando consejos a los pilotos de su academia sobre cómo impedir que el nuevo líder supremo empate su palmarés, Márquez debería encontrar el momento para hacerlo. Para bajarse de la acera y, él sí, cederle el paso, como hizo el autor de “Los intereses creados”.
Me parece patético el empeño con el que Vale achucha a Bezzechi para que doblegue al español, cuando Marco lleva una Aprilia y Márquez una Ducati… la marca que suministra las motos al VR46. Tan lamentable, que estoy por dar crédito a lo publicado en redes sobre las supuestas quejas de la mujer de Pecco Bagnaia que ha pedido que impidan que Rossi se acerque a su marido antes de las carreras.
Marc, si él no lo hace, bájate tú de la acera y déjale en evidencia, “piccolo bastardo”.
Casey Stoner Dani Pedrosa Marc Márquez Valentino Rossi