Tiene que sumar “sólo” 15 puntos a lo largo del fin de semana. O salir de Sepang con al menos 74 de diferencia sobre Bagnaia y Bezzechi. Es decir: mucho deberían torcerse las cosas en Malasia para que Alex Márquez Alentà no consiga el subcampeonato del mundo de MotoGP, y para hacer historia y lograr que por primera vez dos hermanos copen las posiciones más destacadas en el cómputo final de la categoría reina del mundial de motociclismo.
Paradojas de la vida, cosas que tiene este deporte, hacen que su hermano Marc no pueda compartir con él en la pista este momento tan esperado y con tanta justicia poética como lleva adherida a una piel que el dolor ha abrasado en demasiadas ocasiones con saña.
Marc siempre ha dicho que la persona más fundamental en el éxito de su trayectoria deportiva es precisamente “el Pistolas”. “Siempre está”, dijo el multicampeón de Cervera.
Y aunque lo del amor fraternal infinito no es algo nuevo en este mundillo -recuerden los abrazos entre los Espargaró, o más recientemente entre Raúl Fernández y su hermano Pitito cuando el primero se estrenó como vencedor en MotoGP la semana pasada- el caso de Alex es distinto, muy especial.
Fue precisamente él quien más influyó en la decisión arriesgada de Marc cuando decidió salir del paraguas de Honda para desembarcar en un equipo privado, modesto… que no pequeño: el Gresini Racing.
Nadia Padovani, la viuda de Fausto -el fundador de esta formación-, ha sabido no sólo dar continuidad a la aventura que puso en marcha su marido, sino llevarla a un nivel de excelencia tal, que le sitúa en el escalón más alto de los equipos privados a poca distancia de los oficiales.

Alex sabía que su hermano, además de una solución médica a su lesión, necesitaba proximidad, afecto, cariño, tutela, calor, amor si quieren. Y que sólo una estructura tan familiar como la italiana sabría suplir la ausencia de estos ingredientes que en HRC únicamente supo suministrarle -sí, de nuevo: paradojas de la vida- ese sargento de hierro que para muchos es Alberto Puig. De hierro, sí, pero sólo la coraza en la que la vida le ha obligado a envolverse para proteger una sensibilidad y humanidad que ya quisieran para sí muchos de los que critican su aspereza en el trato. Sin conocerle, por supuesto.
Nadie fuera del box de las Ducati coloradas se alegró tanto del épico título de Marc como los miembros de la familia del Team Gresini; y, por supuesto, Puig, que actuó como bálsamo en la pacífica salida del catalán de la órbita HRC lubricando lo que podría haber sido una ruptura tormentosa.
El Team Gresini nació en Faenza, donde también se creó el equipo Minardi de F1, actualmente conocido como Visa Racing Bulls. Y existen ciertos paralelismos entre el empuje que dio Giancarlo Minardi a los pilotos españoles (Marc Gené y Fernando Alonso) en sus primeros pasos en los Grandes Premios, y el que Fausto y Nadia han brindado a nuestros motoristas.
La “Fórmula Faenza” funciona. Las cuatro victorias de Bastianini, las tres de Marc Márquez, las dos de su hermano Alex, o las conseguidas por Di Giannantonio o más recientemente por el “estrenado” Fermín Aldeguer -todos siempre con unas motos un peldaño por debajo de sus homónimas oficiales- lo demuestran.
“La famiglia” que gobierna Padovani a dosis iguales de cariño, discreción y determinación sabe cómo hacer las cosas bien. Es evidente.
Pero también en esto, el caso de Alex es distinto. “El Pistolas” -lo recuerdo porque parece que a algunos a veces se les olvida- es dos veces campeón del mundo. Dos. Y ahora subcampeón de MotoGP, la única división que parece contar para determinados parámetros. Pero es que su subcampeonato llega por colocarse detrás de, ni más ni menos, su hermano Marc (casi nadie al aparato). O sea, un segundo que vale tanto como si fuera un primero. O más que algunos primeros de pasado no tan lejano.
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