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Bagnaia y Hamilton: a veces el rojo no os sienta tan bien

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Anda el mundial de motociclismo dividido entre los que creen que Pecco Bagnaia tiene un “problema mental” como describió el gurú técnico de Ducati Gigi Dall’Igna, y los que piensan que el origen de los males del turinés es de tipo técnico. Con lo fácil que sería reconocer que la superioridad del pilotaje de Marc Márquez es pura trilita que dinamita a cualquier rival que se le ponga por delante.

Ese tipo de diatribas parecen haberse convertido en tendencia últimamente en esto de las carreras a motor.

La primera parte de la temporada de F1 terminó hace unas semanas con la sacudida que suponían unas declaraciones de Carlos Sainz reclamando un cambio radical de filosofía en Williams, sobre todo en materia de diseño, y otras de Lewis Hamilton auto-catalogándose de “inútil” por la patética campaña que está haciendo vestido de rojo. Una cuestión técnica, la del español, y una mental, la del británico; o sea: un “collage” como el que hacen los “traductores” de la sorprendente situación que atraviesa Bagnaia.

Mientras hay quien apunta que la moto que lleva el de Cervera no le va al italiano, en la F1 no falta quien reivindica un Ferrari para Leclerc y otro para Hamilton. Puestos a pedir, que no se olviden de otro para mí. Y un cuarto para mi prima. Como si esto fuera tan fácil…

Y la actividad en la disciplina reina del automovilismo se reanuda con una nueva estupidez de Johnny Herbert (“le mostraría la puerta de salida al Matusalem de los pilotos” en referencia -otra vez- a Fernando Alonso), mientras suena de fondo la música de las elucubraciones sobre un supuesto futuro de Alex Palou en la F1 en Red Bull (¡ni de coña!), como si haber ganado cuatro títulos en la Indycar sólo dieran para hacer de palanganero de Max Verstappen. Está claro que en la sinfonía de la F1 los hay que desafinan, y algunos que tocan de oído.

Pocos son los que pueden entonar con la partitura delante, como lo hace Checo Pérez que en su vuelta a la F1 -ahora con Cadillac– cuenta lo mal que lo pasó los dos últimos años como piloto del coche idéntico con el que Verstappen ejercía la misma autoridad que despliega ahora Márquez con la misma Ducati que provoca pesadillas a Bagnaia.

Pecco Bagnaia | © Javier Soriano
Pecco Bagnaia | © Javier Soriano

Nadie dijo que el de piloto fuera un oficio fácil. Y si no, que se lo pregunten al “ocurrente” Herbert que ganó 3 de los 165 GP que disputó. Es decir: 29 victorias menos que Alonso, de quien ya dijo en 2016 que se debía retirar, y con quien me une tanto el vínculo de haber comentado la F1 para televisión como el mismo número de campeonatos mundiales que hemos ganado: cero.

Hamilton lo está pasando mal en Ferrari, claro que sí. Como antes les pasó al propio Alonso o a Sebastian Vettel con la Scuderia.

Checo vivió las de Caín en Red Bull como lo hicieron luego Albon, Lawson, o ahora Tsunoda y antes Webber.

Bagnaia sufre con la Ducati, como les pasó a Capirossi, Rossi, Haydn, Melandri, Dovizioso, Iannone o incluso Checa y Lorenzo (que les dejó en herencia una moto niquelada antes de irse a Honda).

Y es que de “Schumachers”,  “Verstapens”, “Stoners” o… “Marquezeres” no hay tantos… y a ti te encontré en la calle.

Johnny debería limpiar el cañón de su fúsil antes de agarrarlo para disparar de nuevo contra sus obsesiones, no sea que el hollín acumulado de su frustración como piloto atasque la salida de los proyectiles y la bala le explote en los morros dejándole su rubia tez irlandesa chamuscada de forma ridícula. Como ya le sucedió cuando en 2024 amonestó como comisario deportivo a Fernando por un inexistente choque con Russell en Melbourne, y cómo le ha vuelto a pasar ahora en una nueva e innecesaria metedura de pata.


Ducati Francesco Bagnaia Gigi Dall’Igna

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