Cuando la F1 llega a Las Vegas siempre queda claro que en este escenario de cartón-piedra es más importante la forma que el fondo. Basta con ver la tendencia de la mayoría de escuderías que presentan carrocerías con diseños y decoraciones especiales para la ocasión, en un lugar donde el arte de dar el pego es el modus operandi más cotizado.
La F1 siempre fue un deporte en el que se han cuidado mucho las formas, un ecosistema donde ha imperado la diplomacia, un universo en el que alzar la voz más de la cuenta, salirse de la norma de lo establecido, o sobrevolar por encima de lo que se considera “polite” no suele estar bien visto.
Por eso sorprendieron las declaraciones de John Elkann -presidente de Ferrari- cuando a propósito del rosco que la Scuderia se llevó en Brasil dijo que su equipo “necesita pilotos que hablen menos y se concentren más en pilotar”.
Vayamos al fondo de la cuestión. Leclerc no estaba haciendo un mal fin de semana en Interlagos, e incluso podía llegar a pensar en un podio… pero el accidente en la primera curva de la carrera entre Piastri y Antonelli mandó al cuerno todas sus aspiraciones. Igualmente, primero el toque con Sainz, y luego el que le propinó Colapinto arruinaron toda opción que pudiera tener Hamilton, que -hay que decirlo claro- no estaba brillando excesivamente hasta el momento.
Es decir: que por muy duro que sea volver a salir de un GP con cero puntos, esta vez la culpa -o al menos no toda- no fue de Charles o de Lewis, que se llevaron una colleja por parte de su jefe, casi sin comerlo ni beberlo.
Es cierto que, en el pasado, Enzo Ferrari siempre dejó claro que la marca, Ferrari, su equipo -lo verdaderamente importante para él-, siempre estaba por encima de cualquier interés particular de sus pilotos.
Pero el Commendatore era el Commendatore, y no seremos nosotros quienes vayamos a enmendarle la plana. Esta actitud también la hemos visto en grandes genios de la F1 como los ingenieros Colin Chapman -cuyos Lotus parece que tenían poco en cuenta la seguridad de quienes los manejaron- o Adrian Newey. De este último se cuenta que en una reunión interna, ante las quejas de David Coulthard por la pésima visibilidad que ofrecían los retrovisores de su Williams, le respondió “en este equipo es más fácil sustituir a un piloto que cambiar los espejos del coche”.

No pongo en duda que Elkann sea un brillantísimo ejecutivo de la industria del automóvil, por supuesto. Pero, también por supuesto, no es ni el Commendatore ni una leyenda (al menos no aún) como lo han sido los flamantes técnicos antes citados. Sobre todo cuando tras las quejas de sus pilotos acerca del comportamiento del SF-25 no ha sido capaz de hacer la más mínima autocrítica, y menos aún poner en cuestión a quien él colocó al frente del equipo: Frederick Vasseur, el hombre que “cambió” a Sainz por Hamilton y, al parecer, socio de Leclerc en algunos negocios más allá de las paredes del Reparto Corse de Maranello.
Tanto Leclerc como Hamilton han asumido con elegancia que Elkann haya aireado los trapos sucios con su comentario tan innecesario. Los dos pilotos han acreditado un fairplay magnífico, un saber estar inmenso y una profesionalidad digna de elogio ante una crítica inoportuna e inadecuada que jamás debe realizar alguien que debe ejercer de líder de un grupo con tanta historia como el de la casa italiana.
Su desatino fue poco estratégico, ya que aguó la celebración del título de constructores del mundial de resistencia, el WEC, que consiguió el equipo oficial, y el de pilotos que lograron Antonio Giovinazzi, James Calado y Alessandro Pier Guidi en Bahréin, casi al mismo tiempo que llegaba el naufragio del GP de Sao Paulo.
Que Ferrari obtuviera su vigésimo cuarto título mundial de resistencia (también gracias al trabajo de Miquel Molina con los de rojo), recuperándolo 53 años después del último no merecía un error como el cometido por Elkann con su metedura de pata que relegó a un segundo plano el éxito del Cavallino esta temporada donde, además, recordémoslo, han obtenido también su tercera victoria consecutiva en las 24 Horas de Le Mans.
Tal vez ensalzar el trabajo de Antonio Coletta -el jefe de Ferrari en la resistencia- hubiera dejado demasiado en evidencia los desaciertos de Vasseur. Y eso el orgullo de un Agnelli no lo iba a tolerar.
Adrian Newey Ferrari John Elkann