Apuéstenlo todo al 93. O al menos eso es lo que nos sugieren quienes la clavaron con su “all in” para Márquez en Sachsenring. De nuevo confían a tope en él para este fin de semana en el Motorland porque, como en la pista alemana, el sentido de giro de ese circuito es contrario a las agujas del reloj; el que menos castiga su maltrecho hombro derecho, aseguran. Por eso el de Cervera ha hecho sonar el tambor seis veces en Alcañiz, cinco en MotoGP (casi la mitad de las 12 que se han disputado) y una en Moto2.
En Inglaterra vimos atisbos de recuperación de Marc y su moto durante todo el fin de semana, hasta que se estampó contra la Ducati de Martín. Y las Honda de Espargaró y Alex Márquez brillaron como nunca este año; tan solo faltó la de un Nakagami que andaba algo pocho.
Pero en este mundo de las motos, la lógica no siempre impera. Acuérdense de la facilidad con que ganó Rins els año pasado en Teruel, aún saliendo décimo. Tras su reconciliación con el podio hace dos semanas en Silverstone, quien sabe si habrá que tenerle en cuenta de nuevo en los pronósticos también en este escenario al que tan unido está.
Pero si de verdad no se la quieren jugar, harían bien en confiar en Fabio Quartararo y la fenomenal inspiración que acredita en el que tiene que ser, ahora sí, su año. Aunque este tal vez sea el peor trazado para el francés y su Yamaha, una marca que sólo se ha impuesto tres veces aquí (frente a las siete de Honda).
Afortunadamente, en este deporte no hay nada escrito. Y lo que lo está, ha sido hecho con una tinta tan indeleble que la más mínima brisa lo borra. Ya no les cuento el efecto que ejerce el cierzo que suele soplar en esa zona.
Permítanme que me cite a mi mismo en un ejercicio de ego supremo, solo compensado con la contrición que supone el flagelo impuesto del recuerdo de lo publicado en esta misma sección tras la victoria de Maverick Viñales a finales de marzo en Qatar, en la prueba inaugural de este campeonato: “Queda atrás aquel “Mack” que cuando las cosas no iban bien daba un portazo, desaparecía de los circuitos y dejaba a los equipos plantados, compuestos y sin piloto” escribí enfervorizado ante “el nuevo Maverick” tras la que era su primera victoria desde la del GP de San Marino en el Circuito Marco Simoncelli, hace ahora precisamente un año. Parecía que, por fin, Yamaha podía confiar en el anti-Márquez que había aterrizado en 2017 en el box azul con una promesa: triunfar.
O sea: que no me hagan caso si tienen que apostar su guita en las carreras. Porque, lo dicho: que aquí no hay lógica que mande. 146 días después de aquel éxito tan rotundo como prometedor del de Roses en Losail, el 20 de agosto Yamaha le daba puerta. Y este fin de semana veremos cómo luce su número 12 en el carenado de la Aprilia, con la que se estrenará tras una primera toma de contacto en Misano. Cómo puede cambiar la vida en apenas un instante.
El objetivo de Viñales ahora debe ser adaptarse lo más rápidamente posible a la RS GP. Nada más. Incluso puede que sufra para acercarse a los tiempos de Aleix Espargaró, que llega al Motorland ultra-motivado tras su tercer puesto en la anterior carrera, el mejor resultado para la moto de Noale, que conoce al dedillo.
Hablando con el de Granollers tras la euforia del podio, no se descartaba entre los candidatos a la victoria para este domingo. Quién sabe. Ojalá. Apuesten, pero no me hagan mucho caso porque, de nuevo, lo dicho, en un mundo donde el otro día seis marcas distintas coparon las seis primeras posiciones, no existe la lógica. Esa es la gracia.
Circuito de Barcelona-Catalunya Marc Márquez MotoGP