Paren máquinas. Ni el titular A, ni el B, ni el C. Al menos no en el momento de escribir esta columna, que es cuando Marc Márquez ha llegado a Motegi diciendo que “ná de ná”. Que ni hoy, ni mañana (ni puede que tampoco pasado) va a decir nada sobre su futuro.
Y es que igual no hay nada qué decir, ¿no creen? Recordemos que el de Cervera tiene contrato con Honda hasta finales del año que viene. Y, en el supuesto que haya decidido a continuar, o que esté próximo a hacerlo, ¿qué necesidad habría de decir algo?, ¿La de desmentir un rumor?
Desconozco que final va a tener este sainete, honestamente. Miren, lo reconozco: debo ser mucho más tonto que la pléyade de enterados que han colocado al catalán al manillar hasta de una Moto Feber. Ya me disculparán mi falta de información…
Si bien es cierto que en su momento le ví muy cerca de KTM, también lo es como escribí en esta misma página en marzo que “Hay que creer en Honda y en los Márquez”, o como apunté en junio que “Márquez y Honda están condenados a entenderse”.
He defendido a la marca japonesa a capa y espada, incluso peleándome (de buen rollo) con grandes amigos que sostenían que la situación era impresentable. Siempre apelé a la historia, el prestigio, el palmarés y el conocimiento que resumen sus 75 años de vida que se cumplieron el pasado domingo.
Pero es verdad que hay que rendirse a la evidencia que esta moto no va bien. Ni esta ni la Yamaha. Y precisamente por esto último, por el hecho de que “la otra japonesa” tampoco rule es donde quiero mantener viva la llama de la esperanza. Si solo fuera mal una, diría que en Honda la han cagado. Pero son las dos motos las que no rulan, por lo que quiero aferrarme a la creencia que esto es algo coyuntural, que el cierre de las fábricas por la pandemia les ha afectado más en Asia que en Europa, que el éxito fulgurante de los ingenieros aerodinámicos en MotoGP procedentes de la F1 les ha pillado con el paso cambiado. Y que no hay mal que cien años dure, ni depresión que el Dr. Ezpeleta no sepa curar. Estoy seguro que como siempre el viejo pelotari sabrá darle un manotazo a la situación como lo hacía contra las paredes de los frontones de sus años mozos.
Les confieso que siento admiración absoluta por él. Casi devoción, por cómo ha hecho crecer este deporte, por mucho que le critiquen algunos recién llegados a este negocio. Por que de esto va el rollo, ¿saben? De negocio. Y quien no quiera entenderlo que se vaya a hacer volar cometas.
Tengo el mismo respeto por Carmelo como lo tenía por Ecclestone. Lo siento si a alguien no le gusta esta afirmación, pero a mi me podrán acusar de muchas cosas menos de hipócrita.
Bernie sabía solucionar situaciones como la que atraviesan ahora los japoneses de las motos con diligencia. Sólo espero que la aplicación de las “concesiones” en las motos se haga de modo pulcro y lo menos hiriente para una competencia que en su momento aceptó humildemente el bálsamo que les ofrecieron. Seguro que será así y que sabrán hacerlo.
Y ante este panorama, ¿por qué habría de marcharse Márquez de Honda, incluso aunque “su” marca, la “de toda la vida”, la del “contigo al fin del mundo”, la del “compromiso”, la que le mimó durante la época más dura de su lesión, la que le paga como nadie lo hará en la vida, le dejara marchar?
Sí, sigo creyendo en Honda. Y en Márquez. Y sobre todo en Alberto Puig, alguien que ha trabajado y sufrido como nadie -como nadie, insisto- para convencer a los nipones de ofrecerle a Marc las herramientas que necesita, de comprárselas, de traérselas, y de bajarse los pantalones ante occidente.
Se queda. Al tiempo. O no. Yo que sé… sólo Marc lo sabe. Bueno, ¡y los del YouTube, claro!
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