Cuando Valentino Rossi anunció a principios de agosto en el circuito de Spielberg que esta es la última de las 26 temporadas que ha participado como piloto en el mundial de motociclismo, a nadie le pilló por sorpresa. Cumplió con su palabra, y reveló sus intenciones de modo oficial a la vuelta de las vacaciones de verano, como había dicho.
Tarde o temprano el momento tenía que llegar. Pero cuando lo hizo nos quedamos con una sensación extraña. La frialdad del acto, su falta de emotividad, nos dejó a todos un poco con el pie cambiado, máxime cuando el protagonista era, ni más ni menos, el Doctor, el astro de la comunicación, el hombre que ha elevado el márquetin de este deporte incluso por encima de su estratosférica dimensión como piloto.
Creíamos que su despedida iba a ser histórica, o cuanto menos a la altura de sus famosas celebraciones tras cada una de las 115 victorias que le han llevado a conquistar ni más ni menos que nueve títulos mundiales.
Pensábamos que, el día que oficializara su adiós, lo haría en casa, en Italia, rodeado de los suyos. Pero no; fue en el escenario más aséptico del mundo.
Este fin de semana el mundial llega a Misano, una pista donde el de Tavullia ha corrido catorce veces en la categoría reina, firmando seis podios aquí, con cuatro victorias y una sola pole. Pero esta vez estos objetivos parecen inalcanzables, aunque con Rossi… ¿quién sabe?, y las Yamaha nunca fueron mal en esta pista a la que volverán dentro de un mes por los cambios de urgencia que ha habido en el calendario.
El circuito consagrado a la memoria de Marco Simoncelli no goza de las mismas preferencias que Vale ha expresado siempre por Mugello, la “casa” de sus tifossi más ruidosos, como siempre han manifestado de forma festiva. Sin embargo, el escenario de este fin de semana está apenas a un tiro de piedra de su hogar, del lugar que le ha visto crecer y donde le adoran con pasión.
Llega el momento de despedir a Rossi como una leyenda, como él merece. Hay que dejar las filias y las fobias a un lado. Ahora no corresponde intentar cobrarle ninguna factura, aunque recordemos que sus divergencias más agrias tuvieron a algunos pilotos españoles como principal oposición. Si, de acuerdo, a veces las formas no fueron las mejores, pero el calado de su trayectoria como piloto es tan inmenso, que no reconocerlo como merece es de mezquinos.
Misano tiene que explotar, ahora y en octubre. Y es de justicia que cada circuito por el que pase desde ahora hasta llegar al final de temporada en Valencia, le rinda el homenaje que merece. Pero en Italia los organizadores tienen la obligación de tirar la casa por la ventana, y sus rivales el deber y noble compromiso de aplaudirle por el inmenso legado deportivo que deja tras tantos años.
Rossi no se irá de los circuitos cuando deje de pilotar su moto. De hecho ha reconocido su interés por seguir compitiendo, aunque sobre cuatro ruedas. Pero su vinculación con MotoGP seguirá siendo estrecha por los múltiples intereses que le ligan a este mundillo. Será interesante ver cómo se desenvuelve en adelante, y más con la experiencia que nos demuestra que no siempre los grandes campeones han acreditado en la gestión empresarial de un equipo el mismo talento que tuvieron asidos al manillar.
MotoGP Valentino Rossi