El título mundial de Moto GP, su “decisión” -cómo la han bautizado los promotores del certamen- se juega este fin de semana en Cheste.
Como en la peli con música de Tina Turner “La cúpula del trueno”, entran dos -Bagnaia y Quarataro- pero sólo saldrá uno de la jaula como campeón.
Aleix Espargaró cayó fuera de la ecuación en la anterior cita del calendario. Se quedó “en la luna de Valencia”, como suele decirse de quienes se estancan a las puertas de algo.
En el Ricardo Tormo puede (debe) amarrar el tercer puesto final, pero contará con la férrea oposición de Enea Bastianini, que está a solo un punto. Una sola victoria a lo largo del año para el de Granollers por cuatro del italiano, que es el segundo piloto con más victorias de la temporada, detrás de las de Pecco: siete.
Era muy difícil que el de Aprilia pudiera conquistar el título de este año; pero no imposible. En los primeros capítulos de su epopeya, Aleix nos hizo soñar con la posibilidad de que alguien de su edad -33 años- pudiera culminar tan glorioso objetivo.
Pero a lo largo del calendario primero algún error de gran trascendencia por su parte, y luego otros por culpa de Aprilia nos han llevado a la realidad actual.
Si finalmente Aleix termina tercero, el balance final del 2022 deberíamos catalogarlo como excelente, pese a no poder rematar un título muy utópico. Pero si termina cuarto, tan sólo un puesto por detrás de lo que esperamos con ilusión, el chasco será notable. Así de cruel y así de estrecha es la frontera que separa el éxito del fracaso en un mundo donde todo transcurre a gran velocidad, y donde el valor de las distancias puede llegar a ser muy relativo.
No lo tendrá fácil porque la Bestia irá a por todas, aunque condicionado -en teoría- por las necesidades estratégicas que puedan surgir a lo largo de las 21 vueltas para el objetivo de Bagnaia: ganar el título.
Ducati “sólo” ha ganado en cuatro de las veintitrés ediciones del GP de la Comunitat Valenciana. La última el año pasado, precisamente con Pecco.
Pero en la pista valenciana puede pasar de todo. La historia nos lo recuerda: Rossi perdiendo el título del 2006 frente a Hayden; Márquez batiendo a Lorenzo en 2013; la revancha del mallorquín sobre Rossi dos años más tarde; o Márquez triturando a Dovizioso en 2017 en la última temporada que el título no se decidió hasta el último asalto.
Sonrisas y lágrimas, alegrías y decepciones, sorpresas y chascos. El deporte es así, y el motociclismo, más.
En las argumentaciones históricas de la expresión “quedarse en la luna de Valencia” que encabeza nuestra columna de esta semana, se habla de los barcos que llegaban a las costas de Levante y que no podían atracar en el puerto de su capital a causa de la marea. Pero también se especula con la expulsión de los moriscos que se quedaban a pernoctar en sus playas al no caber en las naves que debían trasladarles a Marruecos, Túnez o Argelia.
Qartararo ya sabe qué es ser campeón del mundo, y por ello es muy consciente de lo difícil que lo tiene para repetir frente a quien fue su principal oponente también el año pasado. Pero sobre Pecco pesa una enorme responsabilidad: la de conseguir que un piloto de Ducati gane el mundial; algo que no sucede desde 2007.
La remontada del italiano después de la pausa estival ha sido atómica; casi tanto como el hundimiento de las Aprilia de Aleix y Viñales.
A Bagnaia le bastaría con entrar entre los catorce primeros aunque ganará la carrera su rival. Pero el de Niza sabe que en Cheste pasan cosas. Incluso la posibilidad de quedarse… a la luna de Valencia.
Circuito de Cheste Fabio Quartararo Francesco Bagnaia GP de Valencia MotoGP