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Pasión y manía por el rojo

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Aunque ahora la F1 y MotoGP ya se encuentren bajo el mismo paraguas de la gestión de Liberty Media, las dos disciplinas deportivas tienen poco que ver, pese a que ambas utilicen un motor que usa una gasolina más o menos sostenible para funcionar.

Por ello, siempre he rehuido de comparaciones como “las motos son más emocionantes que los coches”, o “aquí el coche cuenta más que el piloto”. Las dos máximas exponentes del motorsport tienen su propia identidad, sus características particulares, su idiosincrasia inherente, y sus virtudes (y defectos) correspondientes.

Y a pesar, como les decía, de no querer confrontar un universo con el otro, a veces las circunstancias nos traen hechos paralelos para analizar.

Fíjense: Jorge Martín, el flamante campeón mundial de MotoGP ya se ha situado al manillar de la Aprilia que llevará en adelante, y en el test que habrá en Abu-Dhabi tras el último GP del calendario 2024, Carlos Sainz ya se colocará al volante del Williams que pilotará a partir del año próximo.

Marc Márquez con el mono y moto rojas de Ducati | ESPN - MotoGP
Marc Márquez con el mono y moto rojas de Ducati | ESPN – MotoGP

Los dos madrileños cambian de equipo porque tanto Ducati como Ferrari no contaban con ellos para el futuro. Y ambos han recibido un trato tan injusto como poco elegante desde las dos formaciones italianas.

En este futuro inmediato, ambos dispondrán de un material que, sobre el papel, es menos competitivo que el que han tenido en los últimos tiempos.

Mientras Marc Márquez se vestía de rojo este martes en el Circuit, a Martín se le negaba ese color, y Sainz se está despidiendo de él. Pero las paradojas en el mundo del motor no son solo cromáticas.

Hago memoria y no recuerdo a ningún piloto que pese a no disponer de un palmarés superlativo haya despertado tanto interés mediático como Franco Colapinto. Más allá de la brutal semejanza física con Ayrton Senna, el argentino ha demostrado un poder de comunicación magnífico y unas notables dotes como piloto.

Y cuando parecía que todo estaba a punto para que el actual escudero de Williams subiera al Red Bull que podría dejar vacante Checo Pérez, el mejicano se ha sacado un conejo de la chistera en forma de un pool de patrocinadores de su país que le garantizan la posibilidad de cumplir con la continuidad que tenía pactada con los de Milton Keynes.

La temporada de Checo ha sido decepcionante. En su equipo no ocultaban su descontento, manifestado con críticas y comentarios a veces desagradables como los que sobre su piloto ha expresado con frecuencia el agrio Helmut Marko.

Pero, lo que son las cosas, el peso de los pesos que aportarán quienes apoyan a su héroe nacional ha sido suficiente para que, de repente, a los de los búfalos rojos se les haya olvidado todo lo que rajaron en contra de Checo, y les haya pasado como a Schwarzenegger, que en “Desafio total” sueña con viajar a Marte, por lo que solicita que le introduzcan en su memoria una programación con el recuerdo de haber estado en el planeta… rojo.

¡Qué frágil es a veces la memoria, qué quebradizo puede ser el valor de un contrato, cuán endeble es el poder de la palabra, y cómo de sutiles pueden resultar las relaciones humanas! Sobretodo cuando hay dinero de por medio, un concepto que adultera el significado de la palabra “compromiso” hasta licuarlo totalmente cuando hay un valor -el económico- con una capacidad asombrosa para relegar a un segundo plano el resto de los valores.

Llega Las Vegas, pero no, este año ya me permitirán que no lo ponga todo al rojo; y menos cuando lo veo todo tan negro. Y no lo digo por que Hamilton se vaya a Ferrari.


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