Tras el GP de Brasil de este fin de semana, la F1 bajará el telón de 2022 dentro de siete días con ocasión de la cita en Abu Dhabi.
Pendientes del estreno de Fernando Alonso en el Yas Marina al volante del Aston Martin en el test que habrá en ese mismo escenario después de la última prueba del año y con (casi) todo el pescado vendido, el interés informativo se centra -curiosamente- en las motos.
Y digo curiosamente porque con la jornada de pretemporada que hubo el martes en Cheste, oficialmente no está previsto que los motores vuelvan a ponerse en marcha hasta el shakedown programado para febrero en Sepang.
Nunca he creído demasiado en las conclusiones que se pueden sacar tras un entrenamiento como este, con los pilotos exhaustos por el final de curso… y por las celebraciones de su llegada en la noche del domingo… y tal vez en la del lunes también.
Pero es lo que hay, y la tabla de tiempos de ese día es el carburante que alimenta la llama de la ilusión durante el invierno, a la que no podemos renunciar.
Visto lo visto en el asfalto valenciano, podemos certificar que el anuncio de lo que hemos visto este año -el final de la hégira japonesa en la categoría reina- ya es oficial.
Sólo hubo tres motos niponas entre los quince mejores tiempos: las Yamaha de Quartararo y Morbidelli -9º y 14º, respectivamente- y la Honda de Márquez, 13ª, a más de seis décimas del mejor del día: Marini y su Ducati. Sr. Emperador: tenemos un problema.
Las declaraciones de Marc Márquez a Dazn: («Cuando esperas a los Reyes Magos y no hay regalo, no sonríes tanto«) han disparado todas las alarmas en Japón, y no precisamente las de la alerta nuclear.
Si bien es cierto que el de Cervera nunca fue proclive a dar muchas pistas en la pre-temporada, y que incluso a veces pareció jugar al escondite en estos preliminares, hay demasiados indicios que justifican que el “enfado”, “disgusto” o “desilusión” de MM93 tras lo visto en el Ricardo Tormo no es un recurso “estético” o “táctico”.
Márquez parece jodido de verdad (“Hay que dar no un paso, sino dos, para seguir avanzando y si queremos tener opciones para luchar”) tras comprobar que el prototipo inicialmente previsto para 2023 no difiere tanto de la castaña que ha llevado este año.
Y en Yamaha, pese a disponer de motor nuevo, las cosas no parecen pintar mejor, más si tenemos en cuenta que la próxima temporada sólo habrá dos motos de la marca de Iwata en la parrilla, con el hándicap que ello comporta en el momento de desarrollar la moto.
Las declaraciones de Márquez indican que la paciencia de Marc tiene un límite. Y quienes azuzan el fuego de un posible cambio de aires por su parte empiezan a disponer de argumentos para dar credibilidad a la hipótesis.
En Ducati lo tienen todo ahora: los títulos de piloto, marcas y equipos; el dinero, y especialmente: la moto. Y la del año próximo no pinta que vaya a ser peor que el pepino del que han dispuesto en 2022.
Esta es la pieza que le falta ahora mismo a MM93 para, no ya solo empatar los nueve títulos mundiales de Rossi… sino superarlos, pensando que aún tiene sólo 29 años.
Cuesta imaginarse a Márquez con otra moto que no sea la Honda, pero… también parecía imposible que Messi o Piqué dejaran el Barça, y ya saben.
Cuentan que en la reciente visita de Marc a la sede de HRC en Japón donde están trabajando en el nuevo motor de F1 (distintas a las de MotoGP), el piloto dijo: “¿y no podríamos aprovechar estas instalaciones tan modernas para hacer también algo aquí con la moto?” Y su interlocutor se limitó a cerrar (un poco más) los ojos, y a sonreír.
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