Como las “matrioshkas, esas muñecas rusas (¡perdón!) que van encerrando en su interior de madera otras más pequeñas hasta llegar sucesivamente al núcleo central de la principal: una diminuta, maciza, minúscula.
La pretemporada de F1 ha sido como ellas, o como ir deshojando una alcachofa: en cada hoja, en cada capa que quitábamos nos llevábamos una sorpresa: las dudas sobre la continuidad de Hamilton, la cancelación del GP en Rusia, la patada de Haas a los rublos de Uralkali y al ”talento” de Mazepin, los test a puerta cerrada de Barcelona, los resultados de Bahrein a calzón (y sidepot) quitado, la vuelta de Magnussen al campeonato, el susto de Ricciardo con el covid o la sustitución de Vettel por Hulkenberg también a causa del bicho de marras… Y esperen, que esto apenas acaba de comenzar.
Pero ahora parece que hemos llegado al corazón de la cosa, la parte más suculenta. Esa que tanto nos gusta aderezar con los condimentos más sabrosos. Llega la primera carrera del año, el meollo del intríngulis, el quid de la cuestión: Bahrein. La prueba del nueve, el algodón no engaña o cómo quieran llamarle.
En las últimas semanas algunos trileros de los principales equipos del campeonato han ido de matute, moviéndonos la bolita de cubilete en cubilete sin mayor interés que el de marear la perdiz, distraer al enemigo y endilgársela por la escuadra a los sesudos ingenieros de sofá que tanto se prodigan por el internete y demás cuadriláteros cibernéticos donde bregan y andan constantemente a la gresca esos califas de la especulación, que cuando terminan de despachar garbanzos pretenden saber más que el ejercito de técnicos que cobran un pastizal de las escuderías.
Alerones, pontones y demás apéndices aerodinámicos han ido cambiando de forma y volúmenes a una velocidad superior a la que lo hicieron los labios y demás “hórganos bitales” de Leticia Sabater.
Venga, y ahora una de tópicos: esto no es como empieza sino como acaba, el crono dictará sentencia y los puntos se repartirán los domingos. ¿Se había dicho antes?
Sea como fuere arranca una nueva temporada, con la carta de recomendación que supone el desenlace de la pasada en el que la diversión y los cabreos fueron por barrios.
El interés y la emoción parecen asegurados hasta el final en un calendario larguísimo, lleno de novedades, con motores más congelados que los calamares de menú, ruedas de dieciocho pulgadas, y unos coches que por mor del llamado “efecto suelo” (eso ya lo vimos en el pasado) ahora tienen una cierta tendencia a hacer el salto de la rana en plena recta.
Disfruten del año, sean flexibles, porque las cosas van a ir cambiando a lo largo del campeonato. Y ya que no pueden hacerlo con el depósito de su coche, llénense el corazón de ilusión ante las posibles victorias de Sainz, que llegarán, y con la que podría ser -ahora sí- la última temporada de Alonso en la F1 si “El Plan” no funciona como estaba previsto.
Formula 1 Haas Kevin Magnussen