Confieso ser un gran admirador de Luca de Meo. Me gustó su estrategia publicitaria con Valentino Rossi y Yamaha cuando este ejecutivo dirigía el marketing de FIAT. Me pareció maravillosa la forma en que “recuperó” la marca Abarth al borde del colapso con la “Operación 500”. Y, sobre todo, me encantó conocerle en su etapa como presidente de Seat, especialmente por la creatividad que demostró en el alumbramiento de Cupra.
Pero no me han parecido adecuadas sus declaraciones valorando la dupla de pilotos que tendrán en Alpine en 2023 por lo que de desprecio (innecesario) a Fernando Alonso contenían sus declaraciones.
Con ocasión del último GP de España de F1 tuve la oportunidad de un encuentro con Laurent Rossi, CEO de Alpine y máximo responsable del equipo galo de F1. Me dijo textualmente: “¿Quién en su sano juicio dejaría escapar la oportunidad de renovar a un piloto de la calidad de Alonso?” La continuación de la historia ya la saben.
Es una pena que la relación del español con el equipo con el que conquistó sus títulos mundiales acabe de la forma en que lo hará a final de temporada.
El desencuentro es obvio y la falta de aprecio por ambas partes, también. Profesionalidad al margen, claro, como se supone que hay y habrá.
Rossi y Otmar Szafnauer -director ejecutivo del BWT Alpine F1 Team- se equivocan cuando dicen que “Ocon y Gasly son dos pilotos jóvenes, con experiencia, y rápidos… que es lo importante”. Y no hierran porque la afirmación no sea verdad, sino porque parece excluir de esa fórmula las cualidades de Alonso; que reúne al menos dos de las tres que constituyen tal ecuación. Es injusto y desleal, y lo saben. Ganas de tocar la gaita. Y para gaita, la del asturiano.
Y se equivoca también De Meo cuando afirma sentirse orgulloso de tener “un coche azul Francia, pilotado por dos pilotos franceses… lo cual es bueno para quien quiera entender lo que este mensaje significa”.
Que la “grandeur” francesa es como es no lo vamos a descubrir ahora. Pero conociendo los antecedentes de otras aventuras en la F1 también totalmente “blues” que fueron verdaderos fiascos, me decepciona que alguien tan cosmopolita, brillante y siempre astuto como este italiano enamorado de Barcelona se aferre a este tipo de argumento.
La F1 actual presume de su globalización. Basta con echar un vistazo al enfoque de su futuro calendario, en el que la mayoría de las citas están cada vez más alejadas de Europa. Que la meritocracia sea ahora sustituida por algunos datos del pasaporte de cada cual -nacionalidad y edad- me parece descorazonador.
La actitud puede generar un daño gratuito a la imagen de la marca en un lugar tan importante para sus intereses como es España. Y, por encima de todo, constituye una sutil falta de respeto hacia la bonita historia que en su momento construyeron Renault y Alonso, precisamente juntos.
Quedan tres carreras para el final de la temporada, y cuando todavía hay tanto en juego -sobre todo: dinero, en un momento tan importante para la economía de la automoción- tensar la cuerda de esta forma no parece lo más estratégico por parte de quien fue a Japón no para ver la carrera, abrazarse a Gasly o a Ocon, sino a negociar el futuro de la alianza Renault-Nissan.
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