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El futuro puede esperar. La verdad, no

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Cuentan los que han vivido la experiencia, que cuando un piloto se proclama campeón antes del final de la temporada, las carreras posteriores a la obtención del anhelado objetivo suelen disputarlas sin ningún tipo de presión, más libremente. Sin embargo, esto no siempre es garantía de éxito. Unos siguen la estela de la victoria, ganando, pero a otros les cuesta recobrar la motivación una vez alcanzada la meta propuesta.

Veremos qué es capaz de hacer Fabio Quartararo -ahora que ya se ha coronado- en un circuito que siempre le gustó: Portimao; ganó aquí en abril, aunque en la última carrera de 2020, en noviembre, no pasó del decimocuarto en un final de temporada agónico.

Esta es una incógnita que desvelaremos el domingo, pero que -mientras no llegue el momento de la carrera- nos mantendrá en ascuas por la incertidumbre a la que siempre nos tiene atados la dualidad del carácter de los pilotos.

Sea como sea, el “teaser” de lo que muchos auguran (frotándose las manos) que puede depararnos 2022 no se va a producir; o al menos no este fin de semana por la ya conocida ausencia de Marc Márquez.

El habitual oscurantismo que suele rodear la información en torno al estado de salud del de Cervera ha vuelto a disparar los rumores sobre el alcance real de la caída que tuvo mientras entrenaba en off-road (¿haciendo motocross?, ¿dirt-track?, ¿enduro?, ¿trial?, ¿hard enduro?, ¿una capea taurina en el campo?).

Hay quien especula con una cierta trascendencia de su supuestamente “ligera conmoción” del sábado pasado; y quien argumenta que, si fue tan leve, no se entiende cómo seis días después no haya viajado hasta el Algarve para que los doctores fueran quienes valoraran científicamente su aptitud, o no, para tomar parte en una carrera donde, por otra parte, es cierto que  no se juega nada.

En su momento criticamos la precipitación de su primer regreso, y ahora nos sorprende esta prudencia con una cierta incoherencia con el contenido del comunicado oficial que anunciaba su ausencia en Portugal.

Habrá quien nos acuse de alarmismo. Estará en su derecho, por supuesto. Pero todo sería mucho más fácil -sobre todo para el piloto y su propio equipo- si las cosas se dijeran con mayor claridad. Tanta turbiedad debe ser cosa de haberse criado entre las abundantes neblinas ilerdenses.

En Portimao nos quedaremos con las ganas de saber la dimensión real de la brillante victoria en Misano. Y, sobretodo, sin la oportunidad de comparar su evolución real desde aquel séptimo que consiguiera en su primera carrera de la temporada, la tercera del calendario, hasta hoy (aun teniendo en cuenta la diferencia de temperatura y condiciones que seguramente habrá en el asfalto).

Hasta el nuevo misterio-misterioso de esta inoportuna (enésima) caída, personalmente me sentía motivado y optimista con la recuperación de Marc. Y, sobretodo, ilusionado ante el esperado pulso entre el catalán y FQ20 para la próxima campaña.

Portimao y Valencia prometían ser el avance, un tráiler, de lo que nos podría regalar el ansiado 2022 en el que pensaba que tal vez veríamos al “nuevo” Márquez, muy recuperado de su lesión más horrible (aunque diferente, eso sí, de aquel “ser superior” que conocíamos antes del batacazo de Jerez). Nos quedaremos con la miel en los labios.

Lo principal es la recuperación del piloto, que MM93 esté en perfectas condiciones. Esto va por delante de todo. El futuro puede esperar, pero alguien debería comprender que la verdad no entiende de demoras ni de verdades a medias. Y si no lo hace, que luego no se queje si no se siente tratado como considera merecer.


Fabio Quartararo MotoGP

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