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Ducati arrasa casi como Red Bull en la F1

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La victoria de Ferrari en la edición del Centenario de las 24 Horas de Le Mans (qué pena que no hubiera sido con el coche en que pilotaba Miquel Molina) no es una buena noticia para el equipo de F1 de la Scuderia.

Cincuenta años después de su última participación oficial en el circuito de La Sarthe, los de Maranello -a través del equipo AF Corse- llegaron y besaron el santo en uno de los años más intensos que se recuerdan en “la carrera” de resistencia más famosa del mundo. La épica de esta vez se vio acentuada, además, por la victoria de Albert Costa en la categoría LMP2.

Este éxito ha hecho estallar por los aires todas las teorías de los necesarios tiempos de adaptación de un coche nuevo, que tanto se barajan en la F1. Y pone más presión, si cabe, al equipo dirigido por Frederic Vasseur.

Detrás de la victoria en la carrera del ACO está Antonello Coletta, responsable del programa de GT de la casa italiana y, a la vez, uno de los nombres que se barajó con más intensidad para sustituir a Mattia Binotto al frente de la estructura de F1.

Vasseur fue finalmente el elegido. Trabajar en Ferrari implica conocer mejor que nadie el significado de la palabra “presión” en toda su amplitud. Y más en aquellos que no son nacidos en Italia. Una parte de la afición transalpina empieza a cuestionar la gestión del francés; ni siquiera el recuerdo de la impronta de Jean Todt -integrante de aquella Santísima Trinidad que formó junto a Michael Schumacher y Ross Brawn- le da un cierto margen para la confianza en un entorno marcado por las urgencias históricas.

El sufrimiento permanente de Ferrari, esa casi agonía sinfín, contrasta con la solida tranquilidad que transmite y respira Red Bull.

Canadá, otro circuito que tanto nos lleva al pasado ferrarista más resplandeciente, puede ser una palada más de combustible para la perenne olla exprés que es el box “rosso”.

No falta quien empieza a plantearse la posibilidad que Red Bull gane todas las carreras de este año. De momento llevan seis de seis. Es la materialización de la excelencia, del trabajo bien hecho. Acusarles de “monopolizar” la gloria es una cierta falta de respeto, un no reconocer el trabajo tan bien hecho de los de las bebidas energéticas.

Su hegemonía en la F1 tiene un cierto paralelismo con Ducati en MotoGP, con cinco de seis victorias posibles.

El equipo de Borgo Panigale llega este fin de semana a Sachsenring, el circuito que, teóricamente, menos se ajusta al potencial de las Desmosedici. O si lo quieren leer desde otro prisma: territorio Márquez.

Para Marc la carrera de este domingo es un “o Sachsenring… o faixa”. El de Cervera explotó en Mugello; parecía que había llegado muy relajado y confiado al circuito de la Toscana, pero su gesticulación tras la caída del domingo, su reclusión en el motorhome sin pasar por el box con el mono aun caliente por los arrastrones sobre el asfalto, y -especialmente- sus declaraciones posteriores (“Los pilotos Honda tenemos que coger más riesgos que otros, y esto no puede ser”, con Mir y Rins en el hospital) le llevaron a las antípodas del ánimo.

Del amor al odio solo hay un paso. Lo vimos el fin de semana pasado. Pero lo podríamos ver también este, aunque en sentido inverso si Márquez lograra materializar una nueva (y difícil) victoria en el tobogán alemán. Los sentimientos viajan siempre a toda velocidad, pero no hay mayor freno que una caída ni mejor acelerador que una victoria. Aunque el margen que queda para la conciliación cada vez es menor.


Ducati Francesco Bagnaia Red Bull

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