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Cuando la F1 quiere pintarse de negro

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Tras el doblete de Izan Guevara y Sergio García Dols en Moto3 en Jerez, tuve la oportunidad de hablar con Gino Borsoi, el director deportivo del Aspar Team. Le recordé que, como sucede en MotoGP, en la categoría pequeña del mundial en seis carreras llevamos cinco ganadores distintos. Al respecto, Borsoi me señaló “esto es un éxito de Dorna, que ha sabido crear un reglamento técnico que potencia la igualdad mecánica de tal forma que no se sabe quién va a ganar la carrera hasta que no llegamos a la última vuelta”.

Ese es también el anhelo de quienes están a los mandos de la F1, pero que no acaban de conseguir. Este año llevamos cuatro GP, y Leclerc y Verstappen se han repartido las victorias. Veremos qué sucede este fin de semana en un escenario totalmente nuevo como es el de Miami, otro lugar con una nula tradición de F1 en un campeonato cada vez más despersonalizado, y en el que el concepto “velocidad” parece ser el criterio imperante por encima de otras consideraciones tal vez más interesantes.

Bahréin y Arabia nos trajeron dos carreras muy suculentas; Melbourne, contra pronóstico, fue algo más insípida, e Imola careció de gusto alguno, sobre todo comparada con la edición del año pasado.

Lo que pueda suceder en Miami es una incógnita, pero antes de que empiecen a rodar los coches sobre su asfalto tengo la sensación de que adelantar allí no será fácil. Ojalá me equivoque.

En la F1 también han modificado su reglamento en aras de la competitividad soñada. Y no sólo no lo han conseguido, sino que a veces uno tiene la sensación de que el espectáculo depende más de artificios como las zonas de activación del DRS que de la habilidad de los pilotos o las prestaciones de sus monoplazas.

En 1995, el Ferrari 412 T2 diseñado por John Barnard y Gustav Brunner medía 4’36 metros. El SF90 de la temporada pasada 5’71.

El primer Red Bull de la historia, el RB1, pesaba 595 kilos en 2005. El de esta temporada supera los 798, que es el peso mínimo establecido por el reglamento.

Los F1 de 2022 son -por reglamento- los más largos y pesados de la historia, un factor que desespera a los ingenieros y que no ayuda a potenciar el espectáculo.

Por ese motivo, los monoplaza de este año tienen más “manchas negras” en la carrocería que nunca. Corresponden a las zonas que han dejado sin pintar, lo que permite aflorar el color original del carbono en el que está fabricada su carrocería.

Hasta tal punto preocupa esta cuestión a las escuderías, que Williams -el equipo con menos puntos en el campeonato: uno- ha preguntado “hasta cuánto puede predominar ese “color negro” en la librea del coche para no incurrir en alguna ilegalidad”.

Me imagino una parrilla con los coches con un aspecto tan sombrío y me entra la risa tonta cuando veo que Alpine ha sacado una serie limitada de su deportivo A-110 pintada “con los colores de Miami” (Bleu Azur y Rose Bruyère), o que los organizadores de esta carrera la venden como “el GP de la luz”.

La de cosas que tiene que hacer el márquetin para vender la burra.


Charles Leclerc Max Verstappen Moto3 MotoGP Red Bull

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