A lo largo de la historia siempre se ha alabado la habilidad de Bernie Ecclestone para darle pábulo a situaciones ajenas a la F1 cuando esta no tenía suficiente poder de atracción por sí misma, cuando la competición era aburrida.
El escándalo del “spygate” en 2007 con el espionaje de McLaren recibiendo información confidencial de Ferrari gracias al “chivatazo” de su jefe de mecánicos que comportó la exclusión posterior de los de Woking del certamen; un año después, el célebre “Crashgate” en Singapur, donde Nelsinho Piquet habría chocado voluntariamente contra el muro para forzar la salida del SC y favorecer así la victoria de Alonso en esa pista; la difusión de las fiestas sexuales con toques sado-masoquistas del fallecido Max Mosley siendo presidente de la FIA en 2009; los permanentes follones de Flavio Briattore en posición mayormente horizontal; las cuitas del propio Bernie con bancos, televisiones, y haciendas de todos los continentes, su cercanía con Putin, o sus declaraciones con tintes autoritarios y poco democráticas… Y tantos y tantos otros follones que pusieron más gasolina a la prensa sensacionalista que a los depósitos de los coches…
Ahora, la actual F1 que tanto gusta de renegar de las artes de quien realmente la hizo grande de verdad, parece rendirle un homenaje no se si tal vez sin querer.
Ya dijimos que las conclusiones que se extrajeron de tan solo unos pocos kilómetros de tests en Sakhir eran erróneas. En el propio circuito bahreiní quedó claro que las huestes de Red Bull no sólo son muy buenas haciendo coches sino también en interpretación teatral. Campeones en el asfalto y en el arte del disimulo.
El baño, de realidad y deportivo, que Verstappen endosó a todo el mundo -incluído su propio compi de equipo, que utiliza un R20 idéntico- fue tan contundente que ya nadie, nadie -ni incluso los múltiples vendedores de humo que pululan por aquí- se atreven a plantearse la opción de que alguien que no sea el neerlandés se proclame campeón… por cuarto año consecutivo, por cierto.
La cita inaugural fue un tostón. Sólo el derroche de amor propio de Sainz nos despertó de la modorra sabatina. Y el año pinta que va a ser así siempre. Incluso en una pista muy distinta como la de Jeddah para este fin de semana.
Ante tan lúgubres augurios, no me sorprende la velocidad de propagación de todo cuanto acontece alrededor del asunto del supuesto abuso de poder (menudo eufemismo para referirse a un supuesto lio de faldas) que afecta a Christian Horner, o el “merder” que se ha montado alrededor del presidente de la FIA -Bin Sulayen- por haber influido en la decisión sobre una sanción… a Fernando Alonso.
Pero más allá de esos propios “sidrales”, el supuesto interés del Gang del Chicharrón formado por los Verstappen y Helmut Marko por cargarse a Horner… o acercar al niño hasta el asiento que Hamilton dejará libre en Mercedes, y la oportunidad que los de Liberty ven de cargarse al presi con quien nunca tuvieron buena sintonía no hacen difícil intuir cuál es la mano que mece la cuna, o… la que pulsa el botón de encendido del ventilador.
Qué quieren que les diga. Me gustaban más las historias de ligoteo de James Hunt… que luego lo daba todo en la pista, o los piques Arnoux-Villeneuve llevando sus coches al límite, o las astucias de Schumacher inventándose parkings donde no los había…
Pero, sobre todo, lo que me gustaba de verdad, de verdad… eran las luchas sin cuartel por las victorias. ¿Se acuerdan, no?
La F1 no debería necesitar de guionistas externos.
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