Tras la época del tabaco y las bebidas alcohólicas (insana), la de la burbuja de las “punto.com” (efímera) y la de las casas de apuestas (impresentable) recogieron el testimonio de los principales patrocinios en los Grandes Premios. Ahora, la F1 nos anuncia la entrada en escena de una empresa dedicada a facilitar las transacciones con criptomonedas como sponsor de las tres carreras “al sprint” que veremos este año, a modo experimental, empezando por la que debe disputarse a mitad de este mes en Silverstone (con el aforo al máximo, por cierto).
El foco se centra, pues, en una plataforma pensada para especuladores. Toda una declaración de principios, un poco en coherencia con algo que está sucediendo estos días en la F1: eso, la especulación (sin fundamento, por cierto).
Max Verstappen tiene este fin de semana la opción de incrementar su ventaja al frente del mundial. Y para su equipo -corriendo en casa del jefe pagano supremo, Red Bull- la posibilidad de incrementar la brecha que le separa (40 puntos) de la todopoderosa Mercedes es sensacional.
El neerlandés parece estar en estado de gracia, y su coche -que lleva cinco victorias, las cuatro últimas consecutivas- acredita un a competitividad que recuerda épocas pretéritas. No creo que el RB16B con motor Honda sea muy superior al Mercedes W12 como apuntan algunos, ni tan siquiera pienso que el coche hecho en Milton Keynes sea tan hegemónico como lo fueron algunos de los dictatoriales monoplazas salidos de Brackley.
Más bien pienso que la temporada es muy larga, que aún queda mucha tela por cortar, y que en unas pistas irán bien unos, y que en otras lo harán otros. Aunque la oportunidad de este fin de semana la pintan calva -que se lo digan a Adrian Newey- y que para los de las gaseosas vigorizantes la ocasión es fantástica, no me parece que a lo largo del curso ninguno de los dos equipos pueda desmarcarse mucho de la formación rival.
Afortunadamente, el campeonato pinta que será un toma y daca, y que la gloria de un fin de semana para unos puede ser un tormento al siguiente.
El título puede acabar decidiéndose al límite, sobre la campana y por la mínima diferencia. Tomen nota de la cotización que a final de año pueda alcanzar el asalto en la última vuelta al exiguo punto que aporta la Vuelta Rápida que obtuvo Hamilton el pasado domingo.
Es verdad que estamos viendo a un Mad Max que cada vez parece menos Mad y más Max. Y también es cierto que no sabemos cuál es el Lewis autentico: el de las comparecencias tranquilas y educadas de las ruedas de prensa, o el de las quejas continuas por la radio sobre los motores, la falta de velocidad de su coche en las rectas, o el comportamiento de los neumáticos. La batalla psicológica apenas acaba de empezar.
La posición de Red Bull les sitúa como ganadores provisionales de esta contienda, pero aún lo hace de forma más clara la actitud de Totto Wolff. Sus declaraciones sobre la supuesta ilegalidad de la flexibilidad de les alerones de sus rivales, las grotescas insinuaciones de que estos hacen “trampas” en los pit-stops (¿cómo?), o las dudas que ha sembrado sobre las diferencias con el reglamento técnico de los motores Honda no hacen sino evidenciar más que nervios, debilidad por su parte. Por no hablar de cuando acusó a Bottas del problema que hubo con la tuerca de una rueda en un pit-stop de Bakú, o de la velada insinuación de torpeza por parte de Hamilton en la re-salida de la misma carrera.
Mientras tanto, en Red Bull ni se inmutan. Siguen surcando el calendario con una velocidad de crucero que potencia su candidatura. Sólo la FIA parece haberse hecho eco de los lloriqueos de Mercedes. Es normal. En puertas de unas elecciones en este estamento, ¿a quién harían más caso, a un fabricante de automóviles, o a uno de refrescos? Ah… “la famiglia”!
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